PREGÓN DEL FORO MURCIA NAZARENA SEMANA SANTA 2011.

 

 

INTRODUCCIÓN

Comenzamos con este Himno de las Segundas Vísperas de Domingo de Ramos

 

Llevaba roja la túnica
y enrojecido el cabello.
¿De dónde, con pies sangrantes,
avanzas tú, Lagarero?
"Del monte de la batalla
y de la victoria vengo;
rojo fue mi atardecer,
blanco será mi lucero."

Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.

También de blanco le ví
el vestido y el aliento;
bello como las estrellas,
como flor de cardo bello.
Rojo como la amapola
y blanco como un cordero:
carmesí sus heridas
y blancos sus pensamientos.

Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.
Por toda la negra tierra
el chorro de sus veneros:
sangre preciosa su sangre
que hace blanco el sufrimiento.
¡Oh Cristo, de sangre roja!
¡Oh Cristo, dolor supremo!
A ti el clamor de los hombres,
en ti nuestros clavos fieros.

Llevaba roja la túnica,
roja de sangre y fuego.

 

 

Liturgia de las Horas. Segundas Vísperas de Domingo de Ramos.

 

 

Ilustrísimo Sr. Párroco de la Parroquia del  Carmen, y Sr. Consiliario de la Archicofradía de la Preciosísima Sangre; Ilustrisimo Sr, Mayordomo-Vicepresidente Primero de la Archicofradía de la Sangre; Miembros de la Archicofradía de la Sangre y miembros de su Junta Directiva. Señor Nazareno del Año. Sr. Moderador del Foro Murcia Nazarena. Ilustrísimo Sr. Presidente de la Asociación Murcia Nazarena. Foristas y Cofrades murcianos, amigas y amigos todos. Querida familia.

 

…….SEÑORAS Y SEÑORES…….

Érase una vez que se era….

 

….una ciudad no ha mucho tiempo reconquistada a los moros. Tan sólo habían pasado 168 años desde que la ciudad de Murcia había pasado de la dominación musulmana al dominio cristiano.

 

    Transcurrían estos años cuando por Europa resonaba la voz potente de un predicador dominico, San Vicente Ferrer, quien recorría las ciudades y pueblos de los reinos de Aragón y de Castilla y aún de otros reinos de Europa, predicando la palabra salvadora de Dios, convirtiendo a moriscos y judíos a la religión cristiana, exhortando al pueblo a practicar la penitencia, como medio para llegar a la salvación eterna. Animando a las gentes a organizar asociaciones de fieles en el nombre de la Santísima Sangre Salvadora y liberadora del pecado.

 

    Y una de estas semillas arraigó en la tierra abonada de los fieles del Barrio de Santa Olaya de los Catalanes (la actual Santa Eulalia) y fructificó con la fundación de una Cofradía Penitencial que practicaba la Penitencia Pública en los días de Cuaresma y Semana Santa.

 

    Y este fue el germen, la semilla que dio origen a que hoy en día, en nuestra ciudad podamos disfrutar de una de las celebraciones de Semana Santa más importantes de España.

    Pero esto no fue así hasta que llegó el Concilio de Trento, celebrado entre 1545 y 1563, algunos de cuyos acuerdos impulsaban las formas de piedad popular tradicionales, las cofradías devocionales, las procesiones y las solemnidades, como el Corpus y la Semana Santa.

    Esto generó la necesidad de que dichas cofradías y parroquias contasen con imágenes y obras de arte para sus expresiones de piedad popular, lo que hizo que, en nuestra historia empezasen a aparecer personajes de talla, como fray Nicolás de Bussy, Nicolás Salzillo, padre del gran Francisco Salzillo, y posteriormente Roque López, González Moreno y otros.

    Todos ellos cambiaron el panorama artístico en el que se movían nuestras recién creadas cofradías.

    Al abrigo del citado Concilio Tridentino, nuestras nacientes cofradías cambiaron radicalmente, pasando de ser, simples cofradías penitenciales, a crecientes cofradías pasionarias, que conmemoraban la Pasión y Muerte de nuestro Señor, sacando a la calle expresiones plásticas, por medio de pasos, obra de los mencionados artistas de primer orden que desde aquel momento pasaron a formar parte de nuestra historia. Todos ellos fueron artífices de las famosas imágenes con las que hoy se conoce la Semana Santa de Murcia en el mundo entero, y con ellas, las cofradías organizaban las procesiones con las que conmemoraban la Pasión y Muerte de Cristo.

    Dichas procesiones tenían la misión de contribuir a catequizar al pueblo, y tenían un fin primordial, que era el de llegar hasta la Catedral, para hacer en ella Estación de Penitencia ante el Altísimo.

    Para ello, salían cada una desde su iglesia sede, y se dirigían por el camino mas corto hasta la Catedral, en la que entraban, discurrían por sus naves, hasta llegar al Altísimo, que solía encontrarse ubicado, bien en la Capilla de los Vélez, o bien en el Crucero del templo, junto a la Puerta de Cadenas. Allí los nazarenos hacían una respetuosa reverencia, y seguían su caminar, para salir de nuevo a la calle y continuar con el discurrir de la procesión, de regreso a su correspondiente sede.

    Todo ello, que ya no se realiza, por un incidente ocurrido en 1915, y que todos conocemos, deberíamos todos luchar por recuperarlo, y darle de nuevo el sentido que tuvieron las procesiones de Murcia desde su inicio, y que actualmente se ha perdido.

    Es así que, gracias al celo que puso San Vicente Ferrer en la fundación de la Cofradía Penitencial de la Sangre, hoy en día, 600 años después, existen las Cofradías de Semana Santa en Murcia, y ese es el motivo de que hoy nos hayamos dado cita en este lugar y en este acto del Pregón del Foro Murcia Nazarena, que no se trata de otra cosa, más que de un discurso elogioso, en el que se anuncia la celebración de una festividad, la Semana Santa, y en el que se incita a los oyentes a participar en ella. Es por ello que yo os digo: “Nazarenos Murcianos:  Murcia se encuentra en Cuaresma. Es tiempo de Preparación”  Y conviene que os vayáis preparando también para la inminente llegada de la Semana Santa, y se hace preciso que preparéis todo, dentro de vuestras Cofradías, para que las procesiones no se queden sin salir, y todas se den su cita anual con nuestras calles y plazas, y Murcia se convierta, un año más en el escenario donde se dan cita las obras de arte que representan la Pasión, Muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo.

 

    Así pues, yo os exhorto, nazarenos de la Cofradía del Cristo del Amparo, a que el próximo Viernes de Dolores vistáis vuestra túnica de color azul celeste, y acudáis al templo de San Nicolás, rodeado de recoletas calles y plazuelas y por palacetes y casas señoriales de la Murcia que se fue, para que saquéis a la calle al venerable Nazareno de Bussy, la venerada Virgen de los Dolores y el adorado Crucificado del Amparo; amen del resto de pasos que componen vuestra bien cuidada procesión.

 

 

 

 

 

    Os induzco desde aquí, nazarenos marrones del Cristo de la Fe, corintos del Cristo de la Caridad y verdes del Cristo de la Esperanza, a que hagáis posible que los Cristos de la Fe, de la Esperanza y de la Caridad, cuyos nombres son los de las 3 Virtudes Teologales, sigan derramando sus virtudes sobre todos los murcianos, por medio de vuestros respectivos y bellos desfiles procesionales de las noches del Sábado de Pasión y del Domingo de Ramos.

 

 

  

Os conmino a vosotros, nazarenos magenta del Perdón, para que continuéis convirtiendo el Lunes Santo en la Fiesta Mayor del Barrio de San Antolín, justo en el momento en que sacáis a la calle la bella Procesión de la Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón….

 

Al pie de la Cruz Gloriosa,

Se escuchan voces de pena.

San Juan, María Dolorosa

y María Magdalena

le están pidiendo a las rosas....

 

Bello rosal trepador

sube con sumo cuidado,

no le causes más dolor

al cuerpo sacrificado

del Señor del Malecón..

 

 

 

Escuchadme hermosas flores,

curadle bien las heridas,

aliviadle sus dolores,

que no se le escape la vida

al Jesús de mis amores.

 

entregas gustoso tu vida

En la Cruz de los dolores

Santo Cristo del Perdón.

En tu  cuerpo cien heridas,

Perdonas de mil amores

Y, Perdonando das tu vida,

mi Cristo del Malecón.

 

Y no sé como no lloro

viendo un Barrio con Pasión,

venerar tan Gran Tesoro,

y gritar todos a coro

¡¡Viva el Cristo del Perdón!!

Rigor penitencial en los cortejos que llenan de silencio la noche del Martes Santo en Murcia y despiertan devoción ante el paso del Santísimo Cristo de la Salud y de la Hermandad de Esclavos del Rescate.

A vosotros os incito,  Hermanos de la Salud y del Rescate, para que estéis prestos, un año más, a sacar vuestras bellas procesiones a la calle.

    Procesiones sobrias y austeras, que despiertan cánticos a su paso, con las imágenes del impresionante Crucificado de la Salud, del Nazareno de la Merced y la de Nuestro Padre Jesús del Rescate, el más venerado por los murcianos, como lo prueban las largas colas de fieles que lo acompañan, y que, previamente, el primer viernes de marzo, han protagonizado el multitudinario Besapie.

El poeta murciano, Raimundo de los Reyes, que fue mayordomo honorario de la Hermandad del Cristo del Rescate, compuso el siguiente precioso soneto, en honor de la imagen Titular de la Hermandad:

 

Yo sé, Padre y Señor, cuál es tu pena;

por qué estás triste y apesadumbrado;

por qué bajas los ojos abrumado;

por qué tu rostro de dolor se llena.

 

Yo sé que tu piedad –linfa serena,

capaz de convertir la peña en prado-

te hace llorar con llanto acongojado,

que el corazón te angustia y enajena.

 

Tú padeces, Señor, por mis maldades,

por mis torpes y necias veleidades,

por cuanto en mí de humana escoria late...

Por eso me atosigo, peno y lloro,

y a tus plantas, mi Dios, postrado imploro

el perdón que del mundo me rescate.

 

Raimundo de los Reyes.   “Soneto al Cristo del Rescate”

 

  

 

Yo os llamo a vosotros, nazarenos coloraos de la Sangre  para que volváis a hacer posible el que, en la tarde de Miércoles Santo, de cada portal, de cada calle y cada plaza de la ciudad, y de cada senda, cada carril y cada quijero de la huerta, comience a fluir un incesante reguero, formado por gotas de sangre nazarena, que llegará a convertirse en verdadero torrente colorao, conforme se vayan aproximando a la iglesia del Carmen, donde el rojo río se desbordará y desembocará en un auténtico mar teñido de encarnado, dando, en verdad, la sensación de que la ciudad de Murcia se ha vuelto, un año más, a desangrar gota a gota, bajo los dorados rayos del sol poniente.

Mientras en el interior de la iglesia los pasos lucirán en todo su esplendor a la espera de salir a desfilar por las abarrotadas calles de la ciudad. El patio del colegio vecino será un agitado ir y venir de mayordomos con sus cetros de plata y penitentes con sus respectivas dotaciones de cirios o cruces, en nerviosa e impaciente espera de que llegue el momento de formar las filas de sus correspondientes Hermandades.

La procesión de los “coloraos” volverá a ser pura esencia del pueblo, en la cual, la ciudad y la huerta se fundirán en fraterno e íntimo abrazo, renovando así un rito que se viene repitiendo año tras año desde hace ya seiscientos, rito mediante el cual, la Murcia huertana invade la ciudad por unas horas, para demostrar la mayor de las devociones hacia el Santísimo Cristo de la Preciosísima Sangre.

 

Haced que la primera campanada de las siete de la tarde coincida con el primer redoble de los tambores que abren la procesión. A las naves de la iglesia y al amplio patio del colegio llegarán esos anhelados primeros sones, que indican que ya ha llegado el momento esperado, que la procesión ya está en la calle. Que ya es Miércoles Santo en Murcia.

 

Tras las alegres y responsables filas de nazarenillos de la Hermandad Infantil, a la calle saldrá airoso el paso de La Samaritana, que asemeja una escena arrancada de cualquier rincón de nuestra huerta: junto al brocal de un pozo de frescas y limpias aguas, y bajo la liviana sombra de un olivo de hojas verde-plata, descansa Jesús sentado sobre una roca, conversando con la hermosa moza, toda enjoyada con anillos, colgantes, brazaletes y diademas, y vestida con un bello traje bordado.

Haced que el atardecer, mientras van saliendo a la calle las filas de penitentes portando cruces y cirios, se siga vistiendo de un colorao intenso y deslumbrador.

 

De esta forma, uno tras otro, entre solemnes marchas pasionarias y, los agudos y estridentes gemidos de las rodadas bocinas y el sordo tronar, con frote de palillos de los destemplados tambores de la “burla”, todos los pasos que forman la procesión irán saliendo a la Alameda, abarrotada de gentes que los reciben con expectación y admiración.

La luz de los candelabros arrancará refulgentes destellos de los chorrillos de vidrio de las tulipas, los cuales tintinearán alegremente, entrechocando entre si con el bamboleo de los pasos, al avanzar lentamente, como deslizándose por encima de las cabezas del público, a hombros de sus estantes.

La noche ya se habrá hecho patente cuando, entre el tañer de las campanas de la iglesia, a la puerta del Carmen, asomará el Cristo de la Sangre, conmoviendo a las gentes –un año más- con su mirada llena de infinita misericordia y piedad.

Sus pies desenclavados pisarán el fruto de la vid en el Lagar Místico. Sus manos permanecen clavadas a la Cruz, la cual inclina y carga sobre su llagada espalda. Lleva corona de espinas en la cabeza, con larga melena de cabello natural, la cual se divide y ondula en dos crenchas mecidas por la suave brisa, mientras, de la abierta llaga del costado le brota y desciende un manantial de roja sangre, recogida en un Cáliz de oro por un reverente angelito que se encuentra a sus pies.

Dando escolta al Cristo de la Sangre, cientos de penitentes alternando cruces y cirios; innumerables mayordomos y otros nueve tronos a hombros de cerca de trescientos nazarenos estantes, forman una interminable y roja cadena que, durante largas horas serpentea por las abarrotadas calles y plazas de una ciudad bulliciosa e impaciente por contemplarla.

La Alameda, Camachos, el Puente Viejo, la Glorieta, Belluga, Apóstoles, la Puerta del Pozo, plaza de la Cruz, Trapería, Santo Domingo, las Anas, Romea, San Bartolomé, Santa Catalina, Las Flores, San Pedro y, de nuevo el Puente Viejo, Camachos y, otra vez la Alameda, son algunas de las típicas calles y plazas que se visten de colorao por todos sus rincones, en una abigarrada explosión de barroca y huertana alegría, que contrasta enormemente con el drama de la Pasión que narran los pasos.

Pero, el momento más emocionante y sugerente de la mágica noche del Miércoles Santo se vivirá cuando la procesión cruce el Puente Viejo, ya de regreso al Carmen, rondando las primeras horas de la madrugada recién estrenada.

Contemplar el paso de la procesión por este lugar y a esta hora, en que el silencio de la noche tan sólo se ve turbado por el rumoroso, cansino y lento discurrir del Segura, por los azudes, los molinos y los dos ojos de piedra del Puente, hace que el alma se encoja a causa de la emotividad del momento.

La procesión avanza despacio desde el Arenal, remontando la subida del Puente. Los estantes curvan sus espaldas y afirman fuertemente sus pies en el suelo, después de muchas horas caminando con los pesados tronos sobre sus hombros, y así, sin detenerse y a la carrera, suben de un tirón la cuesta del Puente Viejo.

Cuando llegan a lo más alto, parece como si la hermosa Samaritana, que pide Agua Viva a Jesús; el entrañable hogar de Lázaro y sus hermanas; el impresionante y majestuoso Lavatorio; el cacareante gallo de la Negación, con el arrepentido San Pedro derramando lágrimas; la picaresca figura del Berrugo, robándole las habas a Pilatos, a los pies del doliente Ecce Homo; las compungidas Hijas de Jerusalén y el entrañable niño que tiende su manita a Jesús; el angustiado Cristo de las Penas, a punto de ser crucificado; el airoso, varonil y fiel San Juan y la dolorida y bella imagen de la Virgen Dolorosa; dijesen adiós a la ciudad, para regresar a la huerta.

Pero, ante todo sobrecoge la imagen del Cristo de la Sangre el cual, dentro de un ascua de luz y rodeado de rojos capuces en forma de haba, se refleja en las quietas aguas del Segura que discurren despacio y teñidas de colorao. Hay un instante crucial en el que, sobre los hombros de los estantes, la venerada imagen del Cristo queda detenida en lo alto del Puente y es entonces, cuando el agua del Segura se apresta a copiar su belleza.

Si has contemplado alguna vez tan emotiva escena, sabrás lo mucho que un nudo en la garganta puede dejarte sin aliento, e impedirte articular palabra alguna, hasta que no veas al Cristo de la Sangre iniciar el descenso del Puente, camino de su iglesia que ya se adivina cercana.

Y de nuevo las gentes abarrotarán los alrededores del Carmen. Muchos ya han presenciado el desfile desde otros lugares de su larga carrera, pero ahora acuden solícitos y presurosos al “Barrio” para no perderse la recogida de los coloraos.

Uno tras otro, todos los pasos han ido entrando sucesivamente. En la puerta de la iglesia se han ido dando cita los grupos de la Convocatoria o “Burla”, como popularmente se les llama, los cuales, con sus sordos tambores y sus carros-bocinas, se encargan de ambientar la recogida del desfile con sus ancestrales sones, como si ofreciesen una última serenata a los pasos, según va terminando su desfilar por las calles de la ciudad.

Y las gentes esperan impacientes la llegada del Cristo de la Sangre, el cual ya se divisa a lo lejos, bajando la cuesta del Puente Viejo con el pausado caminar que le imprimen sus nazarenos estantes, quienes no se atreven a ir más aprisa de lo que permiten los doloridos y traspasados pies del Cristo.

Cuando por fin llega frente al Carmen, los tambores y bocinas saludan el momento con su sordo redoblar y su amargo gemir, mientras es colocado delante de la puerta de la iglesia, dando cara al público y ofreciendo a la ciudad de Murcia las últimas gotas de su Preciosísima Sangre.

Llega al Carmen la imagen de San Juan y, tras él, unos pocos minutos más tarde, lo hace la Virgen Dolorosa, la cual, durante un emocionante momento, es detenida frente a su Hijo, quedando traspasada por un infinito dolor, reflejado en su hermoso rostro lacrimoso.

En ese instante callan bocinas y tambores y en el aire se respira un lacerante y espeso silencio. La imagen de la Virgen es introducida en la iglesia a los sones de la preciosa marcha Estrella Sublime para, a continuación, a los sones de la Marcha Real y de frente a la gran multitud de gentes aplaudiendo enfervorizadamente, el Cristo de la Sangre entra en su casa.


         La procesión ha concluido y el Miércoles Santo con ella. La Semana Santa de Murcia ha alcanzado su máximo esplendor.

También os llamo a vosotros, nazarenos de la Soledad de la Archicofradía de la Sangre, para que sigáis dando solemnidad a la noche del Jueves Santo, con vuestra bella procesión de la Soledad, que este año estrenará un paso nuevo, un precioso Calvario….

¿A dónde vas Madre mía?

¿De dónde vienes llorando?

¿Por qué estás tan sola, María?

¿Por qué llevas tan negro manto

en noche triste y sombría?

 

Al Hijo que llevé en mi seno,

vílmente me lo han matado

por su amor al mundo entero.

Y al sepulcro le han llevado

tras bajarle del madero.

 

Tan sólo me queda la pena.

Tan sólo me queda el quebranto.

Y en noche de luna llena,

de mi corazón brota el llanto

y de Soledad mi alma está plena.

 

Lágrimas tus ojos empañan,

Pero Sola no estás Santa Madre,

Que en procesión te acompañan

tus cofrades de la Sangre

que son de lo mejor de España.

No llores más Virgen buena,

No llores más por Jesús.

Carita de triste azucena,

no pienses más en la Cruz

y saca de tu alma esa pena.

 

Cuando se ilumine el día

te olvidarás del ayer.

Y, glorioso a tu hijo, María,

verás a la muerte vencer,

mientras tú lloras de alegría.

 

 

 

 

Murcia guarda Luto y Silencio al Paso del Refugio.

Silencio sobrecogedor al paso del Crucificado. Tan sólo el crujir del leño de la cruz, el lejano sonido de tambores sordos y el tañer de la campana que marca el avance y las paradas del trono, irrumpen en el impresionante marco de la ciudad en penumbra, entre el canto de corales y oraciones que se elevan al cielo en la noche del Jueves Santo.

Os insto, nazarenos negros de la Cofradía del Cristo del Refugio, a que sigáis poniendo la nota de silencio, religiosidad, solemnidad y sobrecogimiento, en la mágica noche del Jueves Santo.

 

 

 

 

 

Yo os convoco, nazarenos de Nuestro Padre Jesús para que volváis a convertir el amanecer del Viernes Santo en uno de los más solemnes y esplendorosos momentos de la Semana Santa murciana. Que el instante en que la salida del sol y la salida de la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno se conviertan en una misma cosa.
 

  Con las tenues primeras luces del alba, comenzad a llegar los primeros nazarenos desde la ciudad y la huerta, para ocupar vuestros puestos en los tronos o en las filas de penitentes, puestos heredados de vuestros antepasados.

    Haced que el claroscuro de la mañana comience a vestir la Plaza de San Agustín con el morado penitencial y pasionario, y las negras cruces de madera parezca que cobran vida entre las nerviosas manos de los penitentes.

    Haced posible que la recién formada doble fila de penitentes comience a dar sus primeros y aún vacilantes pasos. Los nazarenos vestidos con la sencilla túnica morada, con sus rostros cubiertos por el antifaz de los capuces de punta redondeada, en forma de haba, como se dice en Murcia. Muchos iréis descalzos y todos cargaréis sobre vuestros hombros una, dos, tres, cuatro, cinco o hasta seis cruces de negra madera.
    Posibilitad que el lujo esplendoroso y deslumbrante del barroco murciano se desborde por la plaza cuando, en la puerta asome el paso de La Cena, con la larga mesa cuajada de todo cuanto puede ofrecer la rica huerta murciana. Frescas y verdes lechugas, brillantes manzanas, hermosas naranjas, limones en forma de conejos, grandes racimos de blanca y negra uva, rojos fresones, peras, higos chumbos, miel, olorosas sandías y melones, darán digno marco al imprescindible Cordero Pascual. Y todo ello presentado entre blancas y bordadas mantelerías, riquísimas vajillas, cuberterías y candelabros de plata, que enriquecen, aún más si cabe, la rica  Mesa del Señor.
 

    Haced que la gente se maraville ante la enigmática y andrógina belleza del Ángel de Salzillo, que parece que acaba de bajar del Cielo para consolar a Jesús derrumbado en la tierra de Getsemaní, mientras Pedro, Santiago y Juan duermen al pie de una esbelta palmera cuajada de los amarillos dátiles de la fertilidad.

 

    Haced que llegue un momento en que, en el discurrir de la procesión,  todo cambie y el desfile parezca cargarse de una intimidad y religiosidad más acentuadas, cuando el atormentado, pálido y angustiado rostro de Nuestro Padre Jesús Nazareno estremezca al público, y la venerada imagen, llevada a hombros por descalzos mayordomos, parezca caminar despacio y acompasadamente sobre las cabezas de las gentes quienes, respetuosamente se levantan de sus asientos y se santigüan reverentes al paso de Jesús.
 

    Pero en la milagrosa y tradicional mañana de Viernes Santo aún faltará por realizarse un último milagro y cumplirse una última tradición. Faltará por salir la Dolorosa de Salzillo.

    La imagen de la Virgen se encontrará detenida bajo el umbral de la puerta, y no la traspasará hasta que un rayo del sol abrileño murciano no estampe, sobre su entristecido rostro, la calidez de un emocionado beso.
 

    Desde este mágico momento se podrá decir que en Murcia ya es Viernes Santo.



 

 

 

    Con el atardecer del Viernes Santo, la ciudad de Murcia se llena de la Misericordia de Dios por todos sus rincones, justo en el momento en que que, desde la iglesia de San Esteban los nazarenos de la Cofradía del Cristo de la Misericordia, conocidos popularmente como “los pavos”, por la mezcla de colores de sus túnicas y capuces, sacan su hermosa procesión a las calles de Murcia.

Seguid haciéndolo así, Hermanos de la Misericordia, seguid posibilitando que el precioso Crucificado de Domingo Beltrán continúe teniendo su cita anual con los murcianos, en la triste atardecida del Viernes Santo.

 

  

 

     Os requiero a vosotros, nazarenos servitas, para que sigáis venerando como hasta ahora, en la noche del Viernes Santo, a la imagen de La Señora, la Santísima Virgen de las Angustias….

 

Sobre una roca sentada,
Santísima Virgen María,
triste al Cielo tu mirada,
al pie de la Cruz vacía,
alma de madre angustiada.

 

El Cuerpo de tu Hijo muerto,
dormido está en tu regazo.
Tu corazón, puro lamento,
cogido está por un lazo
de honda pena y dolor cierto

 

Cuna y sepulcro de nuestro Señor
eres tú, Madre de las Angustias.
Te acompañamos en tu dolor,
mientras las flores se ponen mustias,
pues han matado al Hijo de Dios.

 

 

 

 

 

    Os convoco, nazarenos negros de la Cofradía del Santo Entierro, para que sigáis llenando de fervor, recogimiento y solemnidad la noche primaveral del Viernes Santo. Con vuestra rigurosa Procesión, antígüamente considerada como la Procesión Oficial de nuestra ciudad, a la que acudían todas las máximas autoridades civiles, militares y religiosas de Murcia, dando rigurosa escolta al magnífico grupo escultórico del Santo Entierro, obra de González Moreno.

 

 

 

 

 

 

 

    Murcia se estremece de dolor y se llena de luto. Luto hebreo, teñido de blanco, en la tarde-noche del Sábado Santo.

En las calles se manifiesta el duelo en honor de la Madre de la Luz, a la que han matado a su Hijo y, habiéndose quedado Sola, los murcianos no lo consienten y salen a la calle para hacerle compañía en la Vela de Nuestro Señor Jesucristo, que yace muerto sobre la roca del sepulcro.

 

    Os aliento, nazarenos blancos de la Cofradía del Yacente, para que sigáis dándole sentido a la triste tarde del Sábado Santo.

 

 

 

 

    Todo se ha cumplido. Por fin se ha acabado tanto dolor, tanta sangre y tanto sufrimiento. Pero era necesario. Era la vía para llegar a la Gloria que se vive hoy, Domingo de Resurrección.

    Todo termina y empieza con las primeras luces del amanecer, cuando el ángel del Señor mueve la piedra del sepulcro y sale Resucitado nuestro Señor a la Gloria de la fresca y primaveral mañana de Murcia. Y la plaza de Santa Eulalia se llena de alegría cuando a la calle sale el Demonio,  encadenado por una legión de angelillos-niños, que lo pasean vencido y derrotado por la victoria del Señor.

Es así como, en el mismo lugar donde todo esto empezó, hace ya 600 años, hoy termina, un año más, la celebración de la fiesta mayor de los católicos. 

Nazarenos Blancos del Resucitado, haced que la historia se repita cada año, no sólo durante 600 años, sino que dure muchos más.

 

 

 

FINAL

 

Finalizamos con estos versos míos, dedicados al Cristo de la Sangre y su procesión del Miércoles Santo

 

 

POEMA AL CRISTO DE LA SANGRE

 

Allá a lo lejos, por la esquina avanza,

ansioso de saciar tu sed y tu hambre.

Mostrándonos un rayo de esperanza,

el Santísimo Cristo de la Sangre.

 

El que a golpes de pecados y culpas,

la espalda tiene rota y descarnada.

El que anhelante, entre la gente busca

un gesto arrepentido en tu mirada.

 

La llaga del costado dolorido

fuente es de vida, que en la copa escancia

un manantial de amor, ¡bendito río!

¡gloriosa fontana de eterna gracia!

 

Con los pies desclavados del madero,

el mosto se hace Sangre en sus pisadas,

proclamando incansable al mundo entero,

el perdón de mis pecados y faltas.

 

 

Él sale a tu encuentro por la Alameda,

cruzando el Puente Viejo al Arenal,

por la Puerta del Sol, por la Glorieta,

llega por Belluga a la Catedral.

 

Angosturas de la calle Oliver,

ensanchándose en la Puerta del Pozo,

donde se asoma la Torre por ver

el derroche de amor más doloroso.

 

Es Sangre de Dios por todos vertida,

derramada en la plaza de la Cruz,.

que avanza inundando la Trapería,

iluminando a Murcia con su luz.

 

Subiendo por la cuesta de Santa Ana,

casi roza los muros con su cruz.

Tras las rejas le esperan las hermanas

con ánsias de contemplar a Jesús.

 

Sus estantes le paran bajo ellas,

en un instante lleno de emoción.

Y arrancados de las flores más bellas,

le arrojan pétalos con el corazón.

 

Avanzará en la noche, lentamente,

y en las gotas de sangre derramada

crecerán lirios, rosas y claveles,

que intentan con amor curar sus llagas.

 

Mírale desde el alto mirador,

o desde la oquedad de una ventana.

Fundido y confundido entre el clamor

de público que, como tú, le aguarda.

 

Buscando, con anhelo, entre la gente,

frente a ti, te mirará cara a cara.

Hablará contigo con voz silente,

y no podrás apartar tu mirada.

 

 Dolorido, te mostrará el costado,

de vida eterna, surgente fontana,

manantial de amor, río desbordado,

que sin límite fluye, salva y sana.

 

Cuando vea que todo se ha cumplido,

exhausto retomará el caminar,

mas por puro amor habrá convertido,

en Santa Sangre el vino del lagar.

 

Y despacito, alejándose de ti,

al paso que le llevan sus estantes,

ya nunca más volverás a sentir

el miedo a morir que tenías antes.

 

En la madrugada, cruzando el puente,

de regreso a su casa, allá en el Carmen,

se refleja en el río quedamente,

llevando hasta el mar regueros de Sangre.

 

Y a las puertas del templo Carmelita,

amorosamente espera a su Madre.

Virgen Dolorosa que ve entristecida,

cómo su Hijo muere por salvarte.

 

Bajo el resplandor de la luna llena,

clavado en la Cruz, la Gloria te alcanza.

Perdonando culpas, da Vida Eterna,

regalándote un rayo de esperanza.

 

 

 

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

 

(Juan Manuel Nortes González)

 

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