RECUERDOS SERVITAS EN EL ALBACETE ANTIGUO

 

   Mª Mercedes Meya Iñiguez    (Publicado en la Revista de la Tertulia La Familia Nazarena año 2006)

               La Orden de los Siervos de María, más conocida como Servitas, nació en la revuelta Florencia del siglo XIII, cuando hacia 1233 siete comerciantes de la ciudad decidieron retirarse para vivir una vida en fraternidad y paz dedicada a Dios y a la Virgen, repartiendo sus días entre la oración y la ayuda a los necesitados.

               En 1245 se establecieron definitivamente en el monte Senario, en las afueras de Florencia, en donde levantaron su morada y una capilla a la Virgen. Tal era su devoción y fe hacia la Gloriosa Señora, que su fama no hizo sino crecer, mientras se trasformaban poco a poco en una organización religiosa más conventual y apostólica que eremítica. La Santa Sede les concedió su protección en 1263, renovada posteriormente en los años 1265 y 1304. Desde entonces la fraternidad fue conocida por todos como “Siervos de María”;  seguía la regla de San Agustín, vestía un hábito negro en recuerdo de las penas de la Virgen durante la Pasión, y mantenía un espíritu de penitencia, oración y servicio al prójimo.

               Fue a partir del Concilio de Trento en el siglo XVI cuando se produjo una gran expansión de la espiritualidad servita, pero especialmente durante el siglo XVII y sobre todo en el siglo XVIII, centrada en su mayoría en la devoción a la Dolorosa, pero también a la Virgen de las Angustias o la Piedad. Nacieron en aquellos momentos una multitud de órdenes religiosas regulares masculinas y femeninas, así como Órdenes Terciarias o Confraternidades formadas por seglares, inspiradas en la Orden Tercera Franciscana y en este ideal fundamentalmente mariano.

               Estas comunidades terciarias o terceras, seguidoras mayoritariamente de la Virgen en su advocación de Nuestra Señora de los Dolores, se conformaban como un estado intermedio entre las congregaciones que exigían los votos de pobreza, castidad y obediencia, y las populares cofradías. Frente a ambas, los terciarios servitas se comportaban como laicos que vivían su espiritualidad entre sus quehaceres diarios, pero siguiendo una Regla eclesiástica en la que aunque no se contemplaban los referidos votos, sí se estipulaba un noviciado, una profesión, y el uso de un hábito. La Regla que ha continuado vigente hasta nuestros días es la aprobada por los papas Martín V e Inocencio VIII en el siglo XV. En cuanto al manual de rezos diario, muchas de estas congregaciones adoptaron el titulado “Congregante y siervo perfecto de la Santísima Virgen de los Dolores”, elaborado por el padre Lorenzo  Raymundinez en 1687.

               A finales del siglo XVIII y durante la primera mitad del siglo XIX muchas de estas cofradías y órdenes desaparecieron, gracias a la influencia de las ideas ilustradas y las  campañas de Napoleón. Pero volvieron a resurgir hacia finales de éste último siglo, siendo mucho mayor el impulso a partir de la canonización de los Siete Fundadores Servitas por el papa León XIII en 1888, cuya festividad se celebra cada 17 de febrero. Gracias a esta circunstancia, durante todo el siglo XX y hasta la actualidad han surgido por todo el mundo diferentes congregaciones servitas, monjas y monjes contemplativos, y grupos de laicos que deciden continuar este ideal de vida, siendo rebautizada la Orden Tercera como “Orden Secular de los Siervos de María.”

               Pero hagamos un viaje en el tiempo hacia el siglo XVIII, una centuria que significó para Murcia y el Obispado de Cartagena el mismo renacer que se pudo constatar tanto en el desarrollo urbanístico, como en el contexto socioeconómico y político de la ciudad. Mientras las manos y la genialidad del insigne Salzillo levantaban lo que después ha sido una de las conmemoraciones de la Semana Santa más monumentales del país, un grupo de fieles, cuya tradición de servir a la Virgen ya venía quizá desde el siglo anterior, recibieron un permiso firmado por el prior de la orden servita en el convento de San Marcelo de Roma en 1754, mediante el cual se aprobaba la congregación de los Servitas en Murcia, disponiendo su sede en la iglesia de San Bartolomé. En dicho templo, centro espiritual de comerciantes, plateros, panaderos y otros diferentes gremios que regentaban sus oficios en las bulliciosas calles aledañas, ya hacía tiempo que se veneraba la devoción a la Dolorosa; la cual terminó sintiendo un especial impulso hacia 1740, cuando Salzillo elaboró para la referida iglesia la primorosa talla de Nuestra Señora de las Angustias, en cuya capilla comenzaron oficialmente los cultos servitas en 1755, una vez aprobada la congregación un año antes.

          Fue tal la fama de adquirió esta congregación por entonces, que experimentó un crecimiento constante en su número de miembros de ambos sexos; pero también terminó por extenderse durante las décadas siguientes a otros lugares del Obispado de Cartagena. Uno de ellos fue Albacete, entonces una modesta población cuya diócesis quedaba englobada dentro del referido Obispado.

      Durante el siglo XVIII la población albacetense mantuvo un lento pero sostenido crecimiento, lo cual era sinónimo de que la coyuntura económica se mostraba más favorable con respecto a la centuria precedente, a pesar de la repetitiva y multisecular incidencia de guerras, plagas de langosta, malas cosechas, y epidemias de cólera, viruela y tercianas. Las ordenanzas sobre la nueva reglamentación gremial, el desarrollo de medidas económicas proteccionistas, el auge comercial promovido desde la apertura del recinto de la Feria en 1784, y la construcción del Real Canal (luego Canal de María Cristina) a partir de 1805, favorecieron el desarrollo local y una mejora en las condiciones sanitarias generales.

         

        Gracias a este cambio de coyuntura, los 886 vecinos (3.101 habitantes si utilizamos el coeficiente 3,5) del año 1700 se convirtieron en 1.103 vecinos (3.860 habitantes) en 1740, de los cuales 912 vecinos se encontraban en la villa y 191 vecinos en la zona rural. En 1752 el término municipal aumentó su extensión a costa del de Chinchilla, y con ello se incorporaron 143 vecinos más al vecindario, que según el Catastro del Marqués de la Ensenada (1753) constaba ya 5.634 habitantes.

       Los años siguientes no hacen sino corroborar esta lenta tendencia demográfica alcista, puesto que el padrón municipal de 1761 registraba un total de 5.769 personas de ambos sexos, de las cuales 1.683 estaban sujetas a capitación personal. Ya en 1787 fueron censados por Floridablanca 8.261 habitantes en la villa y término, de los cuales 6.304 residían en el casco urbano. En el tránsito al siglo XIX, y una vez pasada la Guerra de la Independencia, se alcanzaron los 6.954 habitantes según una nueva estadística general de la villa. Todo nos apunta a que Albacete se comportaba como una población que por aquellos entonces efectuaba su tránsito desde el Antiguo Régimen hacia la Edad Contemporánea, si bien habría que esperar hasta mediados del siglo XIX para que este proceso se consolidara.

       Era una época en la que lo religioso y trascendente continuaba marcando de manera inseparable todo lo mundano e inmanente por muy sencilla que fuera la vida de las personas. En este sentido, y a pesar de la influencia que muchas ideas ilustradas ansiosas de novedad y progreso ejercieron en las tradiciones religiosas populares, traducida por un lado en un recuento y control de las cofradías existentes, y por otro en una reducción de las mismas en la última década del siglo XVIII, el “Siglo de las Luces” presenció paradójicamente un acrecentamiento de la piedad popular en muchos lugares, manteniéndose muchas de las antiguas tradiciones y surgiendo otras nuevas. Así, en la segunda mitad del siglo podemos encontrar la llegada de la orden servita a Albacete, y una propagación más intensa del culto a Nuestra Señora de los Dolores, centradas ambas circunstancias en el convento de San Francisco de la conocida calle Zapateros.

        Dicho convento de religiosos observantes menores de San Francisco nació hacia finales del siglo XV (1485), y fue convirtiéndose poco a poco en uno de los recintos religiosos más importantes de la villa, siendo la iglesia patronato de la familia de los Carrasco-Villanueva (luego Condes de Villaleal) desde el siglo XVI.

        Según la documentación existente en el Archivo Histórico Nacional, [1] el dia 23 de agosto de 1759 el Prior General de la Orden de los Siervos de María, Jose Antonio, y el Secretario General de la misma, Doménico Riccardi, firmaron en el convento de San Marcelo de Roma el permiso para que en este convento franciscano albacetense se fundara una Confraternidad de Hermanos, con las obligaciones de vestir un sencillo hábito, llevar un escapulario de los siete dolores de la Virgen, y efectuar el rezo de la corona de los siete dolores, especialmente en las festividades. De igual forma, podían levantar un altar dedicado a los dolores de la Virgen, así como efectuar una procesión, y, en definitiva, mantener una vida religiosa con el fin de alcanzar las indulgencias concedidas por los Papas a los Servitas.

       Una vez concedida esta facultad, Don Manuel Molina, predicador y guardián del referido convento, solicitó la misma gracia al Prior de la Orden Franciscana, y cuya misiva fue acompañada por otra enviada por el Ministro de la Venerable Orden Tercera de Penitencia, Don Juan Fernández Cantos, el Coadjutor, Don Manuel Santiago Santaella, y los consiliarios de la Orden, efectuando una petición de similares características.

       Finalmente, ya avanzado el año 1761 se recibió un documento que portaba un sello almendrado de papel blanco con una escena franciscana en su interior. En él se podía leer lo siguiente: “Fray Antonio de Carvajal, Prior General del convento y Ministro Principal de esta de Cartagena de la Regular Observancia de Nuestro Padre San Francisco en vista de el memorial que antecede y de las lizencias del Reverendisimo Padre Prior General de los Padres Servitas, y pase del Ordinario, conzedemos nuestra bendicion y licencia para que en este nuestro convento de Nuestro Padre San Francisco de Albacete pueda fundar y funde la Venerable Orden Tercera de Penitencia la Congregación de los Siete Dolores de Maria Santisima Nuestra Señora para gozar de las gracias e indultos que en dicha lizencia del dicho Reverendisimo Padre Prior General y en el sumario se expresan. Datadas en este nuestro Convento de Albacete en primero dia del mes de Junio de mil setecientos sesenta y un años, firmadas, selladas y refrendadas según lo ordenado. Fray Antonio de Carvajal, Ministro General, y Fray Juan Tafalla, Secretario de la Procuraduría (?)” (rúbricas).

Concluimos a partir de lo anterior que en Albacete fue la Venerable Orden Tercera de Penitencia franciscana, compuesta por miembros laicos que vivían su espiritualidad según los valores instituidos por San Francisco de Asís, la responsable del establecimiento en la villa de la Orden Servita y de su característica devoción a la Dolorosa.

      Sin embargo, poco se conoce de su funcionamiento en los años siguientes. Sí se contempla la existencia de una imagen de Nuestra Señora de los Dolores en la iglesia conventual con seguridad en 1779, cuando Don Ignacio Suárez solicitó en su testamento que se le enterrase en el convento de San Francisco “en una de las dos sepulturas que tengo derecho a ello, una en la Capilla de Nuestra Señora de los Dolores, y la otra en la de Nuestra Señora de la Soledad, y pareciere a dichos sus apoderados.”  [2] Quizá a su llegada fue necesario efectuar algunos cambios en la capilla elegida para su culto, según deducimos del testamento de Ana de Molina, fechado en 1798, en donde solicitaba que se le enterrase “en la Capilla de San Antonio Abad sita en la Yglesia del Convento de Franciscos Observantes de esta villa donde oy se halla colocada la Ymagen de Nuestra Señora de los Dolores.”    [3]     

                  

          Poco más hemos de apuntar sobre esta talla, cuya llegada a la villa pudo efectuarse entre 1761 y 1779, a juzgar por los datos aportados por los documentos anteriormente estudiados. Pero... ¿cómo era esta imagen servita? ¿quién fue su autor?

          La Confraternidad entró en el más profundo silencio en las décadas posteriores, lo cual no debe implicar forzosamente su decadencia. Ahora bien, sí podemos considerar que pudo desaparecer realmente bajo los efectos de los decretos de la Desamortización de 1835 y 1842, los cuales obligaron a que el convento franciscano fuera clausurado. Con los años una parte del edificio fue dedicada a cuartel y otra a escuela normal. La iglesia fue destinada a almacén militar y finalmente demolida en 1874 ante su situación ruinosa y lamentable. Actualmente, lo que ha quedado del antiguo edificio (altamente transformado) está ocupado por el Conservatorio de Música.

          La mayoría de las imágenes del templo franciscano fueron repartidas entre la Parroquial de San Juan Bautista (hoy Catedral), la iglesia de la Purísima Concepción (adjutriz de la anterior, situada en el barrio de la Cuesta) y las iglesias de los restantes conventos clausurados pero que no habían sido demolidos: Justinianas (en el Altozano) y Franciscanas clarisas (junto a la calle Zapateros). Así, y por poner algunos ejemplos, el Nazareno atribuido a Roque López pasó a la Parroquial y la Soledad del siglo XVI a la iglesia de las Franciscanas. Las imágenes del convento de San Agustín, levantado en la plaza del Altozano (hoy su solar es sede del Tribunal de Justicia de Castilla La Mancha), corrieron la misma suerte: el Cristo de las Penas de Roque López marchó a la iglesia de Justinianas, y una pequeña Dolorosa del mismo autor al templo de la Purísima Concepción. Pero no hay noticias de aquella Dolorosa servita.

           Resultó tan grave la pérdida de ran cantidad de celebraciones religiosas populares derivadas de los decretos desamortizadores, que en 1853 un grupo de señoras piadosas encabezado por Doña Concepción Zamora y Doña Teresa de Barnuevo consiguieron un permiso del Obispo de Cartagena para organizar una Sociedad de Señoras que se ocupara de mantener el culto en las iglesias de Justinianas y de San Agustín de la capital. Una vez demolida la iglesia agustina en 1854, también cuidaron de las devociones existentes en la Parroquial.

            Aunque a partir de 1855 sólo estaban permitidas en la localidad las hermandades de ánimas, la de la Virgen del Carmen y la Sacramental, poco a poco y en el último tercio del siglo fueron surgiendo diferentes congregaciones piadosas que intentaban legalizarse al amparo de la Ley de Asociaciones de 1887. Fue entonces cuando empezó a popularizarse el culto a una imagen de Nuestra Señora de los Dolores que se veneraba en la iglesia de Justinianas, y que la tradición popular atribuía a Salzillo desde antiguo. Las novenas que se le dedicaban anualmente acaparaban un gran número de fieles, amenizadas siempre con gran lucimiento con música de capilla. ¿Se trataba de la imagen servita?

            Todo apunta a que efectivamente así podría ser. El profesor Baquero Almansa ya se refería en 1913 a esta imagen como auténtica de Salzillo, [4] mientras que Sánchez Moreno confirmaba en sus estudios que el escultor murciano talló una Dolorosa para el convento de Justinianas de Albacete, fechándola hacia 1768-1777; pero ante la evidente falta de datos únicamente reseñó que era “como las repetidísimas suyas, de vestir.” [5]  Podría considerarse que por un lado, que Sánchez Moreno aporta una datación de la talla altamente valiosa; pero por otra parte, y debido a una gran ausencia documental aún vigente, admite el hecho de que fueron las monjas del Altozano las que encargaron la Dolorosa, lo cual y a la luz de los datos aportados en este artículo no parece muy probable, sino que más bien todo apunta a la orden servita del convento franciscano. La talla que efectivamente sí elaboró Salzillo para las monjas justinianas de Albacete en 1742 fue la Inmaculada Concepción, trasladada a Murcia por las propias monjas en su marcha en 1843 tras el cierre del convento. Cuenta la tradición que fue transportada liada en un colchón de lana sobre caballerías. Actualmente se encuentra en el convento de Justinianas de Madre de Dios de Murcia.

         También Elías Tormo afirmaba en 1923 durante un viaje a Albacete que “es de Salzillo la ponderada imagen de la Dolorosa” de Justinianas, [6] así como muchos periódicos que en sus páginas compartían en la misma afirmación. Sirva de ejemplo El Defensor de Albacete, que durante el Septenario dedicado a la Dolorosa en Justinianas en 1928, comentaba que la imagen había sido “colocada en el camarín, donde centenares de luces realzan la hermosura de esta estatua, debida al buril de Salzillo.” [7]  Sea como fuere, y a juzgar por las fotografías que nos han quedado de ella, todo apunta a la dulzura que transmitía y a su encuadramiento perfecto en la  escuela salcillesca, si bien con una manera de vestir distinta, siguiendo una gusto común en las vírgenes servitas: manto terciado, toca cerrada y muy ajustada al rostro, cabeza ladeada hacia su derecha, manos abiertas, grandes puñales clavados en el corazón (siete en lugar de uno), y una gran aureola de rayos resplandecientes sobre la cabeza. En las Dolorosas servitas andaluzas esta aureola puede llegar hasta el suelo, a modo de visión divina.

          A la luz de todo esto resulta muy factible que aquella dolorosa servita del siglo XVIII fuera trasladada a mediados del siglo siguiente al templo del convento de Justinianas al cerrarse la iglesia de los Padres Franciscanos. Su devoción no hizo sino aumentar desde finales del siglo XIX y durante los comienzos del siglo XX, hasta el punto de que en 1926 formó parte de la Procesión del Silencio en la noche del Jueves Santo junto a la querida imagen de Jesús Nazareno y los nazarenos de las restantes cofradías, acto promovido por la Sociedad de Señoras y el Párroco de San Juan Bautista, Don Paulino Bustinza. [8]

          En aquellos momentos Albacete pretendía reorganizar y promover las celebraciones de la Semana Santa, viviéndose en general una corriente favorable a la creación de cofradías y asociaciones penitenciales. Gracias a este nuevo comportamiento devocional, una de las componentes de la Sociedad de Señoras, Doña Llanos Parras, fue la principal responsable de la fundación en 1928 de una cofradía alrededor de la imagen de la Dolorosa de la iglesia de Justinianas. La conformaban hombres y mujeres, y curiosamente, o mas bien casi de manera entrañable, aquella señora decidió llamarla “Confraternidad de Nuestra Señora de los Dolores.” Nuevamente sonaban los ecos de aquella confraternidad servita, de la que por entonces parece que ya únicamente quedaban recuerdos de su existencia.

           La imagen participó en los desfiles de Semana Santa hasta que los sucesos de la década de los años 30 terminaron con su agitada pero a la vez hermosa historia. El Viernes Santo de 1931 hubo un momento de confusión cuando la procesión desfilaba por el Altozano; sin que se sepa hasta nuestros días cual pudo ser realmente la causa, la gente huyó despavorida y las imágenes se quedaron solas en la calle, dibujándose así una escena conmovedora y trágica. [9] Las mujeres de la Sociedad de Señoras, que siempre iban junto a las tallas con velas, suplicaron ayuda a varios de los espectadores que todavía permanecían en el lugar con el fin de devolver las imágenes a sus templos. De esta manera, Manuel, Antonio, Santiago y Juan López transportaron en ese momento y luego para siempre a la Dolorosa sobre sus hombros.

            Pero era el principio del fin. En 1935 la ciudad decidió ampliar la plaza del Altozano, creando más zona ajardinada y levantando el edificio del Banco de España. Y para cumplir este objetivo se consideró necesario derruir lo que restaba del convento de Justinianas, que había funcionado varios años como Delegación de Hacienda, y de la iglesia del mismo. La mayoría de las imágenes allí existentes se trasladaron a la Parroquial, donde sucumbieron todas bajo las llamas un 17 de marzo de 1936. De la Dolorosa no quedó nada, salvo un pañuelo de seda, un limbo o corona de alpaca cincelada y repujada a mano del siglo XVIII (descubierta en 1998), y los puñales.

            El mismo día 17 de marzo, pero esta vez de 1942, llegó a la Parroquial la nueva imagen de la Dolorosa nacida de las manos y de los recuerdos del escultor Don José Dies, que tuvo la suerte de conocer a la anterior. Pero también fue fruto de la incansable Doña Llanos Parras, cuya devoción a esta imagen pervivió en su corazón hasta su muerte en 1972 a los 91 años. Hasta ese momento aquella hermandad continuó llamándose “Confraternidad”, y actualmente es considerada como una de las cofradías más antiguas de la ciudad.

        La Semana Santa albacetense empezó a recuperarse en la posguerra gracias al talento y al trabajo de Don José, y de los muchos devotos que no se resignaron a perder las devociones y tradiciones de sus padres. Pero esto ya es otra historia.

            

 

                                                                                                   Mª Mercedes Meya Iñiguez

 

 

                   “Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María! que jamás se oyó decir

                     que ninguno de cuantos han acudido a vuestra protección,

                      implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro auxilio,

                      haya sido abandonado por Vos…”

 

                                                                           Oración de San Bernardo (fragmento)

                                                                      Devocionario de la Venerable Orden Tercera

                                                                               de Penitencia Franciscana. 1928.

 

       BIBLIOGRAFÍA

 

-BAQUERO ALMANSA, A. (1913): Catálogo De los profesores de las Bellas Artes murcianas. Imprenta Nogués. Murcia.

-CARRILERO MARTÍNEZ, R.(1993): Panorama de la provincia de Albacete a finales del siglo XVIII (aspectos socioeconómicos). Revista Cultural Albacete, nº 68. Albacete.

-FERNÁNDEZ DE PINEDO, E. (1980): Demografía del siglo XVIII y primer tercio del siglo XIX. Historia de España (dir. M. Muñón de Lara). Vol. VII. Ed. Labor. Barcelona.

-GARCÍA SAUCO BELÉNDEZ, L.G.

       -Francisco Salzillo y la escultura salzillesca en la provincia de Albacete. Instituto de

        Estudios Albacetenses. Diputación de Albacete. Albacete, 1985.

       -La Iglesia en Albacete. Catálogo de la exposición “Albacete en su Historia.” Junta de

        Comunidades de C.La Mancha, Ayuntamiento de Albacete, Instituto de Estudios

        Albacetenses. Albacete, 1991.

-MEYA IÑIGUEZ, Mª M. (2001):

       -Albacete antiguo: las devociones perdidas. Instituto de Estudios Albacetenses. 

         Diputación de Albacete.

       -Aproximación a los oficios y la población de Albacete entre el siglo XVIII y

        principios del siglo XIX (1700-1820). Revista Al Basit, nº 47. Instituto de Estudios

         Albacetenses. Diputación de Albacete. Albacete, 2003.

-PANADERO MOYA, C. (1991): Contribución al estudio de la sociedad y la economía de Albacete en el siglo XIX (1800-1865): Revista Al Basit, nº 9. Instituto de Estudios Albacetenses. Diputación de Albacete.

-PÉREZ SÁNCHEZ, M. (1999): Real, Muy Ilustre y Venerable Cofradía de Servitas de María Santísima de las Angustias. Murcia, Semana Santa 1999. Págs. 57-58. Real y Muy Ilustre Cabildo de Cofradías.

-ROA Y EROSTARBE, J. (1891): Crónica de la Provincia de Albacete. Imprenta Collado. Albacete.

-SÁNCHEZ TORRES, J.(1916):Apuntes para la Historia de Albacete. Imp. Eliseo Ruiz. Albacete.

-SANTAMARÍA CONDE, A.(1997): Albacete en la Edad Moderna. Ed. La Siesta del Lobo. Albacete.

-SARRAILH, J. (1992): La España Ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII. Fondo de Cultura Económica. Madrid.

- TORMO, E. (1923): “Levante”. Guías Espasa-Calpe. Madrid

-VALCÁRCEL, C. (1981): Semana Santa en la Región Murciana. Ed. Mediterráneo. Madrid.


 

[1] AHN. Sección Clero Regular y Secular. Legajo 7.

[2] Archivo Histórico Provincial de Albacete (AHPA). Protocolos Notariales. Legajo 41. Libro 6, fol. 57. Esc. Martin del Peral  y Oñate.

[3] AHPA. Protocolos Notariales. Legajo 45, libro 6, fol. 37. Esc. Martin del Peral y Oñate.

[4] Baquero Almansa, A. (1913): Catálogo De los profesores de las Bellas Artes murcianas. Imprenta Nogués. Murcia.

[5] Sanchez Moreno, J. (1945): Vida y Obra de Francisco Salzillo. Editora Regional Murciana.

[6] Tormo, E. (1923): “Levante”. Guías Espasa-Calpe. Madrid.

[7] Archivo Histórico Municipal (AHM). Defensor de Albacete.24-3-1928.

[8] AHM. Defensor de Albacete. 23-3-1926.

[9] AHP. Diario de Albacete. 24-4-1930.


 

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