El Menordomo
Viernes Santo del año 2.002, un nazarenico de 7 años se iba a estrenar en su participación en los desfiles procesionales de la ciudad de Murcia, y como no, iba a ser en la Cofradía de Jesús, en la Cofradía morada, en la Cofradía, que sus padres, antes incluso de bautizarlo, lo habían inscrito como Mayordomo. Sin problemas de antigüedad, iba en las listas de la Hermandad que había solicitado junto con su padre, en la Hermandad de La Caída. Jueves Santo tras la comida habitual que celebran los mayordomos de esta Hermandad, acompañó a su padre a recoger la contraseña de procesión, el "menordomo" miraba a todo el mundo, observaba todo a su alrededor, oía las indicaciones del Comisario de Procesión, tímidamente cogía de la mano a su padre, que llevaba muchos años explicándole lo que significa ser mayordomo, cual es la función que tiene que cumplir, el porqué y el sentido de ser mayordomo, cual es su situación en la Cofradía, el orden y la prioridad que debe seguir, y a quien debe recurrir en caso de no saber que hacer.
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Solo tenía siete años, pero en muchos aspectos, con sus
preguntas situaba al padre en momentos difíciles y de no muy certera respuesta y
eso que al padre, pico no le falta. Días antes sus padres habían recogido su
preciosa túnica morada, hecha por las primorosas manos de Encarna, mujer que
sabe trasladar su preciosa sonrisa a cada uno de los milímetros de las túnicas
que hace, y así salen de sus manos, unas maravillosas túnicas de las que te
enorgulleces y te sientes como si la llevaras toda la vida, como si fuera aquel
pijama que te niegas a tirar, aunque esta destrozado por el uso y los años, pero
que te sienta como un guante, esas son las túnicas de mi Encarna.
Pero llega Viernes Santo, y........... se suspende la
procesión, ese niño se queda desconsolado, como su padre, como su madre, que
después de varios años sin salir por la crianza de sus hijos, volvía a vestir la
túnica morada de penitente ese año 2.002, y después de los primeros instantes de
congoja inmensa, le dice a su padre.... "Papa no te preocupes, nosotros somos
mayordomos de Jesús todo el año, y este año la lluvia no me ha dejado vestirme,
el año próximo seguro que si me deja, y así saldré en la Caridad y en Jesús".
Nunca sabemos las lecciones que un niño te puede enseñar, la
resignación y la confianza que demostró mi hijo mayor me hizo darme cuenta de la
importancia que tiene el ser Nazareno todo el año, el sentirlo, el saberlo
transmitir y sobre todo el creerlo firmemente.
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Nos fuimos a
Jesús toda la familia, vimos los pasos, estuvimos un largo rato ante el rostro
mas maravilloso que los ojos puedan contemplar, ante el Señor de La Caída, y
conversando con unos, saludando a otros, contemplando el entorno y con el
corazón "encogío" pasamos una mañana de Viernes Santo, diferente, extraña,
triste, pero a la vez aleccionadora y cargada de belleza.
"Aaaaaah", pero el 2.003 no se suspendió el desfile, y las
sensaciones nazarenas de ese año que fueron muchas y maravillosas, aunque hay
cosas que no se pueden contar con palabras.
Llegó el 2.003, y el tiempo esta vez no nos falló, su primera
procesión en la que participaba mi hijo mayor, no pudo ser en la de Jesús del
2.002, por todo lo comentado anteriormente, pero fue en la Caridad, junto al
Cristo de la Caridad, aunque dadas mis responsabilidades dentro de la Cofradía,
no pude estar con él mas que unos minutos al principio del desfile y al final
oyendo juntos el Ave María y el "Cerca de ti Señor" que desde los balcones del
Museo Ramón Gaya se escuchaba. Mientras, sobre la una de la madrugada, ya
Domingo de Ramos, en la plaza de Santa Catalina, plaza de plazas, se encontraba
la Madre de Dios y el Señor de la Caridad, tuve la sensación mas intensa que he
vivido a lo largo de mis diez años participando en los desfiles corintos, era el
sentir que íbamos por buen camino, ese camino de rosas, plagado y cargado de
largas espinas y que algunas me habían pinchado hasta hacerme sangrar, pero eso
no lo valora nadie, solo quien lo vive y quien lo sufre, y asi debe ser.
Pero al recogerse la procesión del décimo sábado de pasión
que la Caridad estaba en la calle, con la mano puesta en el hombro de mi hijo
mayor, con su madre un par de metros detrás vistiendo su túnica corinto y
observando sin perder detalle todo lo que estaba sucediendo me sentí muy
"tranquilo", satisfecho y sobro todo en paz, en paz sabiendo que en menos tiempo
no se podía hacer mas, que siempre queda por hacer mucho, pero ahora solo son
pequeños escollos, pero lo grave, lo grande, lo tremendo, lo inmenso, lo enorme,
lo mas difícil, se había logrado, se había superado y eso como digo, no lo
valora nadie, ni las personas mas cercanas, solo quien lo vive, con la
intensidad que a la vez lo padece y sobre todo lo sufre. Mi hijo se marchó con
su madre, yo me quede
hasta el final de la recogida de todo y a las cinco y diez de la madrugada,
cerrábamos la puerta de la Iglesia de Santa Catalina y cinco minutos después se
bajaba la persiana de la Casa de la Cofradía y sabía que esa persiana no solo
bajaba una procesión mas, sino muchas otras cosas en mi vida, pero esa noche
dormí tranquilo. Me levante apenas cinco horas después, para ir a mi cita anual
en Jesús, al Cabildo de Domingo de Ramos, en el Hotel 7 Coronas, que horror, un
Cabildo de Jesús en un hotel, pero por vez primera, no pude asistir, no tenía
fuerzas, también es verdad que era la primera vez en muchos años, que
no tenía responsabilidades en la Cofradía de Jesús, y por tanto, no era muy
necesaria mi presencia, aproveche la mañana de Domingo de Ramos para
intercambiar opiniones y cuestiones sobre lo que mi hijo mayor había vivido la
noche anterior, para informarme de su punto de vista, de lo que siente un niño
de 8 años después de haber participado por vez primera en una procesión, y junto
con su madre, me fueron haciendo un relato pormenorizado de como habían visto el
desfile, mientras mi hijo pequeño, en silencio, con los ojos muy abiertos y sin
articular palabra, nos escuchaba a todos, quizás reteniendo en su mente cada
frase y cada sonrisa que compartíamos todos. Pasaba la Semana Santa y llegó la
tarde de Jueves Santo.........
Tras la comida habitual de los mayordomos de la Hermandad de la Caida, fuimos a recoger las contraseñas de procesión e inmediatamente y a toda velocidad hacia San Bartolomé, se iba a producir ese año un hito en la historia de la Semana Santa de Murcia, la Virgen de las Angustias con motivo del Año Santo del Rosario, desfilaría tras el Nazareno de Murcia. La Caridad sacaba a la calle, a la plaza de Santa Catalina el estandarte del Paso titular, para honrar y presentarlo ante la Virgen de las Angustías y junto con el Consiliario de la cofradia esperamos un grupo de corintos a que llegase la Virgen. Momento emotivo como recuerdo pocos en mi vida, salude a su presidenta, me fundí en un abrazo con su pareja, con José Antonio, que estaba que no cabía en sí de gozo, y se positivamente que esa tarde de Jueves Santo se la llevó con él al cielo y allí está contándosela a todos, lo que vivió un Jueves Santo en Murcia en el año 2.003, en fin, un gran recuerdo y buen amigo para siempre. Junto con mi familia marchamos hacia Jesús, arrimando el hombro al paso en algunos momentos, aunque el estante que me dejo su sitio era un tarima y casi me incrusto en el asfalto al ocupar su lugar, pero llegamos a Jesús.
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Los balcones repletos
de gente, todo San Andrés, lleno de banderas moradas y entre un inmenso gentío,
Antonio Noguera, segundo cabo de andas de la Virgen se subió al trono, quitó la
cruz y la Señora pudo entrar en aquella casa donde se le recibía como si fuera
la suya, y a mas de uno le dieron ganas de que no saliera nunca de allí. Junto
con mi familia, y rodeados de buenos amigos, de los amigos leales y fieles DE
VERDAD, vimos las sagradas imágenes que al día siguiente, al fin saldrían a la
calle y recorrimos entre un inmenso barullo de gente en el interior de la
iglesia, cada uno de los lugares donde están situados. Tras un largo paseo por
esta Murcia nuestra en la tarde de Jueves Santo, que te deja lleno, pleno de
olores, de vida y de alma, nos sentamos en una terraza de la Plaza de Santo
Domingo, preguntándome mis dos hijos por las banderas que habían situado algunos
vecinos en sus balcones, mayormente de la Cofradía hermana del Yacente y
planteando cuestiones sobre dicha Cofradía.
Marchamos a casa, ya de anochecida, estuvimos repasando cada uno de los
elementos que al día siguiente vestiríamos, y que su madre había preparado
durante todo el Jueves Santo y días atrás, como solo saben hacer las mujeres
murcianas, y si encima son nazarenas activas, se conocen mil y un detalle para
hacer la penitencia mas liviana. Decía mi hijo que le temblaban las piernas y
que estaba muy nervioso, porque encima en Jesús iba a salir al lado de su papa.
Su padre le dijo que al lado si, pero que tenía que regir, que ayudar al
penitente, y saber bien lo que significaba la túnica que iba a ponerse al día
siguiente, como le había contado días antes, con la túnica corinto.
La noche fue corta y larga, es un contrasentido, pero los
nazarenos sabéis bien de que estoy hablando. A las seis y media, me acerque a la
habitación de mi hijo mayor y le dije: es la hora campeón, como si de un resorte
se hubiera tratado se levanto, marcho a la cocina, desayuno lo que pudo, que no
fue mucho, e inmediatamente comenzó el ritual más intenso, mas bonito y mas
nervioso que un nazareno vive en los momentos previos de la procesión.
Los zapatos, la pajarita, el rosario y el cíngulo de mayordomo se los puse yo
mismo, pues no me lo quería perder por nada del mundo. Su madre y yo nos
vestimos con una rapidez de quien tiene mucha práctica y una hora después, sobre
las siete y media estábamos en la calle lateral de la iglesia de Jesús,
dispuestos a seguir el camino del Nazareno de Murcia, que este año el tiempo no
nos fallaba.
He de deciros, que ojalá el amor que mi hijo siente por la Semana Santa, el cual
le hemos transmitido, le perdure eternamente y aquellas cosas, personas y
situaciones desagradables que todo nazareno vive, no sean un escollo en su vida
y la ilusión y su profunda generosidad, le hagan sentirse orgulloso de ser
nazareno todo el año, nazareno corinto, nazareno de Jesús, nazareno de Murcia.
Gracias, por el tiempo que habéis invertido en leer esta narración que no es ni
mas ni menos que intentar transmitir vagamente la emotividad y la satisfacción
que siente un padre nazareno.
Que Dios esté en nosotros y que nosotros estemos en Dios.
Corinto (Extraído del tema expuesto por él en Sensaciones Nazarenas del foro) |