La Promesa.
Estaban todos ya reunidos. Todos viejos nazarenos. Les
gustaba sentarse al final de la Calle del Arenal, la que desemboca en la
majestuosa Plaza de Belluga. Allí veían venir los pasos y dar la curva, una de
las curvas más nazarenas del recorrido.
Aquel día Santiago estaba nervioso. No hablaba tanto como en
él era habitual. En el cafelico de todos los días antes de la Procesión no había
abierto la boca. Sus compañeros sabían por lo que era. Todos los Lunes Santo,
Santiago se acordaba en especial de su hijo. Era ya el quinto año que faltaba.
La "jodía" carretera se llevó para siempre a su único hijo.
Pero hoy era un día especial. La emoción le embargaba.
Ya se oían los tambores. La Procesión del Perdón empezó a
pasar. Las promesas y el Paso del Getsemaní. El Prendimiento que dio una curva
espectacular, que levanto la admiración y los comentarios del grupo de amigos.
Ahora ya Santiago se calló. Llegaba el Caifás, su Caifás. El
que tantos años cargó sobre sus hombros y el que después cargó su hijo. Pero
desde el "jodío accidente", el puesto había quedado vacío.
Su mirada iba más allá. Ya enfilaba el Paso la Calle del
Arenal. Sus ojos buscaban, desorbitados algo o alguien en la lejanía. Y llegó
hasta ellos el trono.
El Cabo de Andas lo vio y le sonrió. Le hizo un guiño de ojo.
Todos los estantes delanteros le saludaron con respeto. Y el Marín dio el toque.
El Paso empezó a girar con maestría. Y Santiago ya vió lo que buscaba. Ahí en su
punta tarima, estaba su nieto. El zagal, echando los "lomos" a la tarima, la
"panza pa fuera", y las "patas pa'lante", estaba dando una curva de las época.
Sonó otro golpe en el frontal de la tarima y el Paso se detuvo. Santiago y su
nieto, se fundieron en un abrazo emocionado y sentido.
-¿Como vas nene?-
-Bien abuelico, bien-.
-¿Pesa?.
-"Pa que preguntas, si lo sabes abuelo¡¡¡¡-.
Después apareció el Marín, y también abrazó a Santiago.
-Eres un tío de palabra Marín-.
-Y tu un nazareno de los pies a la cabeza-.
-Gracias por todo Pepe-.
-¿Gracias? de que¡¡. ¡¡Anda a Mamarla¡¡. Vas a vernos de recogida y tú y tu
nieto nos convidáis a una ronda-.
-Nos vemos pues-.
-El zagal es mejor que tú¡¡¡- le dijo entre risas antes de irse-.
Santiago vio alejarse a su Caifás. Todavía lloraba. Sus
compañeros le consolaban un poco.
Y Santiago les contestó:-No tendré que llorar¡¡¡Sigo creyendo
en los hombres de palabra y este es uno. Ha cumplido con lo que me prometió, que
cuando el zagal, cumpliera la edad, recuperaría nuestro puesto. Pero es que
además, hoy he vuelto a ver a mi hijo, me cago en diez¡¡¡¡.Es "clavao" a su "paere".
La promesa estaba cumplida.
mlara