El Ritual
Abro un ojo y después otro. La siesta para descansar de la mañana de trabajo ha sido reconfortante. Al incorporarme veo todo preparado; la túnica planchada, las enaguas "almidonás", el cíngulo, el estante apoyado en la pared.....y sonrío. Al lado mi hija revolotea todavía sin comprender toda la locura que se genera en casa de la abuela.
Miro por la ventana al cielo, por si el del tiempo que ha dicho que iba a estar despejado se está equivocando. Un suspiro sale de dentro al comprobar que estaba en lo cierto. Todavía luce un sol primaveral que se cuela por las rendijas de la persiana.
Me ducho y me afeito. Luego llega la hora de la verdad. Como buen matador de toros empieza el ritual de vestirse de estante "guertano".
Primero las medias de repizco, enganchadas a un invento de la abuela, en sí, un liguero. Después las esparteñas de carretero, bien anudadas, con doble lazo para que no se desaten en el momento más inoportuno. Lo siguiente la americana de mi abuelo. ¿Cuantos años tendrá?. Las enaguas de mi comadre. Siento la fuerza y la respiración cortada cuando entre mi madre y mi mujer aprietan para atarla a la cintura. Y por fin la túnica, antes de ponérmela, beso el escudo de la Cofradía. Ahora mi madre va recogiendo la misma a la cintura, sujeta ya por el cíngulo, y reparte bien la "sená", para rellenarla de dulces caramelicos. Por último, me colocan el rosario, rosario centenario de mi bisabuela, de cristal de roca. Siempre mi madre me da unas "puntadas" para asegurarlo. Mientras mi mujer me ha colocado las coloridas ligas, siempre para que se vean.
foto enviada por Nucho |
Todo esto ha sido observado por mi padre desde su sillón. Callado, sin decir nada, mira y remira hasta el Ultimo detalle de la que fue su túnica. Él es el que da el visto bueno y el que siempre me llena de caramelos, de huevos y monas.
Mi hija sonríe de ver a su papá así y el abuelo le empieza a contar la historia de cuando yo era pequeño y hacia lo mismo que ella. Sonreír y pedirle caramelos.
Beso a mi mujer, a mi hija, a mi madre y abrazo y beso emocionadamente a mi padre. Le leo en los ojos su deseo de venir a la Iglesia conmigo, pero nunca lo hace.
Salgo a la calle. Vuelvo a mirar al cielo. No hay nubes. Respiro. Huele a azahar. En la calle de mis padres todavía quedan naranjos que no los han cortado.
Me gusta ir siempre por el recorrido oficial de la Procesión, para ver el ambiente que se respira en las calles. Abuelos, nietos, padres, hijos, los de las sillas, se amontonan para ver pasar a los Pasos y los nazarenos.
Siempre quedamos en el mismo bar. Los mismos de siempre. Los compadres. Y empiezan las bromas, los recuerdos, las batallas de año tras año entre risas. Me termino mi "cortadico". Me toca pagar a mi siempre puesto que soy el más joven y nos encaminamos a la Iglesia. Entramos a por la Sacristía y nos ponemos al lado de nuestro Paso. Lo miro y remiro. Observo el adorno floral y siempre lo comentamos.
No amarro hasta que no llega el Cabo de Andas y me lo dice. Hay que ser respetuosos. Empiezo a amarrar la almohadilla con fuerza, para que no se suelte durante toda la noche.
Ultimas instrucciones, nos vamos a la calle. ¡¡El primer toque atención, y el segundo arriba¡¡¡. Agachas el "lomo", suena el golpe del estante en el frontal de la tarima y tiras "parriba" con toda tu alma. Y empezamos a andar despacito hasta el dintel de la puerta de la Iglesia. Nos paramos. Me santiguo y le doy gracias a Dios por permitirme estar otro año más dejándome que sea su Cirineo durante unas horas.
Un ciclo ha terminado y empieza otro.
mlara